Columna

La Formación Cívica en nuestro país

En Coparmex tenemos claro que la educación es, sin duda, uno de los pilares para el progreso de nuestro país y además una herramienta poderosa para hacer frente a muchos de los problemas que hoy nos preocupan.

El documento “Declaración Mundial de Educación para Todos”, publicado por la UNESCO en 1990, señala que “para que la educación se traduzca en un desarrollo genuino del individuo y de la sociedad, depende de que en definitiva los individuos aprendan verdaderamente como resultado de esas posibilidades, esto es, que verdaderamente adquieran conocimientos útiles, capacidad de raciocinio, aptitudes y valores”.

Citando este artículo, nos queda muy presente que una de las mayores prioridades de nuestra educación tendría que ser la formación de actitudes y valores, una Educación Cívica de calidad que se vea reflejado en el día a día de nuestra sociedad.

Desafortunadamente esto no es así.

Al ver la situación actual de nuestro país, nos damos cuenta que llevamos años viviendo en guerra contra la delincuencia organizada, la inseguridad, la impunidad, la corrupción, la desesperanza; nos preguntamos ¿por qué la enseñanza ética en México que recibimos durante nuestra infancia no se ve reflejada en nuestras acciones con buenos resultados?

No podemos esperar un cambio en la mentalidad de los mexicanos, mientras sigamos viendo que la gran mayoría de delitos que se cometen en nuestro país permanecen impunes o que aquellos que los realizan, logran salir fácilmente de la cárcel a través de lagunas existentes en nuestra legislación.

No podemos esperar un cambio si vemos cómo nosotros como sociedad no respetamos el reglamento de tránsito y menos cuando vemos que quienes llegamos a hacerlo, eventualmente podemos ser sujetos de extorsión o abuso de poder.

Si sabemos que una acción está mal y afecta a los demás, ¿por qué lo hacemos? No es lo que nos enseñaron nuestros padres y estoy seguro que no es lo que queremos dejar a nuestros hijos.

El cambio está en nuestros niños y jóvenes, y por ello, no deben percibir un gobierno corrupto, en donde aquellos que compiten por los puestos de elección popular no están ahí por su desempeño, sus competencias o sus méritos, sino que son colocados por el nivel de amistad o cercanía que tiene con los líderes de los partidos.

En pocas palabras, mientras no exista una verdadera congruencia entre el decir y el hacer, poco podremos hacer con la educación cívica en nuestras escuelas. Recordemos, la educación cívica se vive y se ejemplifica a través de nuestras acciones, todos los días.

No queremos más corrupción; no queremos más que nuestras autoridades desechen artículos de iniciativas que buscan mejorar la situación actual de nuestro país, como el artículo 29 de la Ley 3 de 3 que buscaba el hacer públicas las declaraciones patrimonial, fiscal y de intereses; no queremos más “Casas Blancas”.

Estaremos exigiendo mejores docentes, pero sobre todo proponiendo proyectos concretos de participación ciudadana dirigidos hacia los niños y adolescentes, para irles formando una conciencia más clara de las responsabilidades que como ciudadanos todos debemos asumir.