Columna

Educación contra la inseguridad

Durante los últimos meses, Tijuana se ha convertido en una de las ciudades más violentas del mundo, registrando un promedio de 5 homicidios diarios y alcanzando una cifra mayor a los 500 crímenes durante este 2017.

No hay duda de que esta cifra además de preocuparnos por su constante crecimiento, demuestra que la ciudadanía está perdiendo su capacidad de asombro. Como en 2008.

No debemos permitir que los hechos violentos formen parte de la cotidianeidad de nuestra Tijuana. ¿Pero qué podemos hacer para evitar que esto vuelva a suceder en años posteriores?

Además de contar con una estrategia eficaz aplicada por la coordinación de los tres órdenes de gobierno y que tanto hemos exigido como sector empresarial, es necesario también contar con un plan a mediano y largo plazo en materia de prevención del delito.

Es fundamental que nuestros niños y jóvenes cuenten con una educación cívica completa, que aprendan sobre los valores y las buenas prácticas; pero para ello también nosotros adultos debemos predicar con el ejemplo. Como dije en otra columna, la educación cívica se vive y se ejemplifica a través de nuestras acciones.

Entendemos también que la educación no resolverá directamente el problema de inseguridad, pero sí puede garantizar un mejor futuro a nuestros jóvenes y con ello, eliminar las tentaciones del “dinero fácil” a través del delito.

De acuerdo a la OCDE, en México cerca del 60% de las personas entre 15 y 64 años de edad tienen un empleo remunerado; pero para estar en esa estadística es necesario contar con un buen nivel educativo y de competencias; desafortunadamente en nuestro país sólo el 34% de los adultos de 25 a 64 años han terminado la educación media superior.

La deserción escolar es otro problema que debemos atender de inmediato. Es preocupante ver que de acuerdo al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, 40% de los alumnos de 15 años de edad abandonan la escuela en México.

Por ello es vital sembrar el interés de la educación a todos ellos, que no vean a la escuela como una obligación, sino como un espacio donde cada día aprenden a ser mejores personas, con mayor preparación y comprometidas con nuestro país.

Pero la prevención no debe ir enfocada sólo a aquellos que se encuentran en las escuelas. También es importante impulsar que todo aquél que esté por cumplir su condena, haya sido capacitado para que se le permita emplearse y reincorporarse positivamente a la sociedad.

Es necesario contar con la certeza de que los jóvenes detenidos y que se encontraban estudiando, tengan la posibilidad de retomar sus estudios; pero principalmente, que se les brinde atención a todos los menores que vivan en un clima de violencia en sus hogares o que presenten serios problemas de conducta.

Un buen nivel educativo y un mayor arraigo de los valores y las buenas prácticas, son herramientas con las cuales podemos estar seguros que estaremos viendo en un futuro una reducción significativa de los hechos violentos en nuestra región.