Los incrementos y las acciones de nuestro gobierno
A finales del 2016, las expectativas nos indicaban que 2017 sería muy complicado tanto por la situación económica de México, como por la política del vecino país.
Hoy, a unos días de haber iniciado 2017, ya podremos recordarlo como un año lleno de incrementos, el desgaste un gobierno y la reacción social. Y apenas tenemos una semana.
Nuestro gobierno a nivel federal nos ha pedido ser más comprensivos ante los aumentos. ¿Y a los ciudadanos quién los comprende?
El desgastado discurso de imputar totalmente a factores externos la situación económica del país, significa no reconocer una mala administración cuyas consecuencias están en la vista, empezando con el incremento de la deuda.
Tratar de cambiar el rumbo iniciando el quinto año de gobierno, parece demasiado tarde. Los efectos están a la vista: un malestar generalizado de la población y la incertidumbre de no saber cómo será el final de esta crisis.
Lamentablemente, esta historia la hemos vivido muchas veces. Nuestros gobiernos no han querido o no han podido aprender de los errores de sus antecesores, deteriorando cada vez más la imagen externa de México.
Subir la gasolina o incrementar los impuestos ayuda solamente a tapar los hoyos generados por el mal manejo de las finanzas públicas. Eso es reingeniería. Lo que México necesita es arquitectura, diseñar una estrategia de largo plazo que defina vocaciones del país, como lo han hecho otros con mucho éxito. Corea, por ejemplo.
Pero como evidentemente eso parece estar lejos de suceder, por lo pronto necesitamos con urgencia un recorte efectivo de gasto público, una meta de reducción real del presupuesto autorizado para este 2017.
Las razones están a la vista: No hay planes serios de austeridad, no existe un compromiso con la eficiencia, las gastos superfluos persisten, los servidores públicos continuan con privilegios y, desde luego, el combate a la corrupción es un discurso reiterativo e ineficiente ante la ausencia de acciones ejemplares contra quienes abusan del patrimonio de los mexicanos.
Estas razones también han permeado al Poder Legislativo y al Judicial. El primero obedeciendo a los partidos y sus gobernantes en turno y, el segundo, con resultados deficientes para castigar severamente a los responsables de la inseguridad.
El 30 de marzo de 2012, el dia del arranque de su campaña y frente a notario público, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que su tercer compromiso sería eliminar 100 diputados federales. Naturalmente no lo cumplió, como muchos otros compromisos para reducir el gasto público. Por eso estamos como estamos.
La inconformidad, el enojo y el hastío parecen estar justificados.
Por eso la sociedad debe exigir conocer cuál es la estrategia completa del gobierno para enfrentar la crisis en la que está inmerso el país y no esperar otra declaración presidencial ponderando embates externos sin reconocer la gravedad de los daños gestados internamente.
En Septiembre de 1982 el expresidente José Lopez Portillo declaró en su último informe de gobierno:
“Soy responsable del timón, no de la tormenta”.