Columna

Tiempo de decisiones

No hay duda de que estamos viviendo tiempos complicados a nivel nacional y esto ha ocasionado una inconformidad generalizada con nuestros representantes de los tres niveles de gobierno.

El año pasado, por ejemplo, a nivel federal se nos vendió la idea de que no habría más incrementos al precio del combustible e, incluso, fue promovido como un logro producto de las reformas estructurales.

Estamos convencidos y conscientes de que si hay ajustes en los precios internacionales, debe haber ajustes también en el precio de los productos en nuestro país, como en el sonado caso de la gasolina. Sin embargo, en la estructura de precio un alto porcentaje son impuestos.

Tomemos como ejemplo el precio de la gasolina Magna fijado el 1 de enero pasado que, de acuerdo a cifras de la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), su cuota establecida por la Ley IEPS es de 4.30 pesos para 2017, en el mes de febrero se paga 2.53 pesos bajo este concepto (1.77 cubierto por estímulos fiscales) y 2.61 de IVA y otros conceptos, haciendo que el consumidor final pague 5.14 pesos en impuestos por cada litro del combustible.

Entendemos que nuestro Gobierno requiere de estos recursos, pero también es evidente que este incremento se está utilizando para recaudar lo que se perdió en otros rubros.

¿Para qué más recursos? ¿Se está invirtiendo mucho en nuestro país? ¿Estamos gastando indebidamente? ¿Hay beneficios desproporcionados y como consecuencia se genera un gasto mal proporcionado?

Aplaudimos que nuestras autoridades hayan anunciado la reducción de salarios y diferentes planes de austeridad, aun cuando estas acciones más que hacerlas de manera voluntaria, han sido forzadas ante las exigencias de la sociedad.

Además, hace falta que los recursos sean destinados a los rubros correctos. No podemos canalizar más gasto al área de comunicación social que al de prevención del delito, por ejemplo. Recordemos que no hay mejor mensaje que las acciones bien realizadas.

Otra vez: Queremos hechos, no palabras.

Es momento de la implementación de políticas que realmente beneficien a la colectividad, que no estén supeditadas al clientelismo político. Las desviaciones deliberadas y los errores en la conducción presupuestal, tienen al país en una situación caótica.

La renegociación o salida del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), traerán fuertes consecuencias para nuestro país. Por eso nuestras autoridades deben ponerse la camiseta de México por encima de la de sus partidos políticos, actuar con prudencia y visión.

De sus decisiones dependerá el bien de los consumidores, las empresas y, en consecuencia, de México entero.

El margen de error es muy estrecho. No se pueden equivocar.